La frecuencia y la intensidad de inundaciones y otros eventos extremos es cada vez mayor, como consecuencia de la crisis climática, producto de la actividad humana extractiva, que destruye ecosistemas como los glaciares, bosques, humedales y océanos. En este contexto alarmante, a casi 15 años de la Ley Nacional de Glaciares y en el año internacional de la protección de los Glaciares, no podemos poner en riesgo nuestras defensas naturales que son clave para mitigar los efectos del calentamiento global. Por el contrario, más que nunca debemos protegerlas.

La ciudad bonaerense de Bahía Blanca sufre aún el impacto de la caída de más de 290 mm de lluvia en solo 3 horas el día 7 de marzo de 2025. Fue un evento de lluvia intenso y sin precedentes. Hasta el momento se registran 16 personas fallecidas, 100 personas desaparecidas, pérdidas económicas enormes y cese total de actividades en la zona. Todavía se están reportando los afectados.

No es un caso aislado en relación a fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático. En nuestro país solo en los primeros meses de 2025 ya sufrimos olas de calor en 14 provincias en (Bs. As. llegó a 47°C de ST), incendios forestales en la Patagonia (más de 50.000 hectáreas) y también de pastizales, campos de cultivos y pinares en la Mesopotamia (250.000 ha), tormentas severas con caída de granizo en la Costa Atlántica (que también afectó a Bahía Blanca).

A nivel mundial el año pasado fue el más caluroso jamás registrado. También fue el primer año en que el planeta superó el objetivo de calentamiento global establecido en el Acuerdo del Clima de París. En su último informe, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) identificó que la crisis climática intensificó 26 de los 29 fenómenos meteorológicos estudiados por World Weather Attribution (WWA), dejando al menos 3.700 personas fallecidas y desplazando a millones.

En medio de esta urgencia climática que estamos atravesando (y alimentando) advertimos que se necesitan medidas urgentes para mitigar sus efectos.

Ecosistemas sanos: nuestra defensa ante la crisis climática

La ecuación es simple. Más deforestación, más deshielos de glaciares y más destrucción de humedales significa más inundaciones. Estos eventos ponen la vida de las personas, los hogares y las actividades económicas en riesgo. Los efectos en la salud de las inundaciones pueden ser inmediatos o aparecer días, semanas o meses después de que las aguas retrocedan, incluyendo ahogamientos, traumas físicos, enfermedades transmitidas por vectores y roedores, y trastornos de salud mental a corto y largo plazo.

Este es un ejemplo de la importancia de contar con ecosistemas sanos. Cuando un ecosistema está en equilibrio es un regulador natural que ayuda a mitigar estos eventos.  Tener un suelo sano, capaz de absorber adecuadamente el agua de lluvia, junto con una vegetación que favorezca dicha absorción, es clave para prevenir inundaciones y mejorar la capacidad de retención del suelo.”

Un ejemplo es lo que ocurre en muchos lugares de Argentina, sobre todo en la región Pampeana, donde los monocultivos impermeabilizan el suelo, esto hace que el agua se deslice como si fuera una rampa o un tobogán de un lugar a otro y puede afectar a una zona que por una cuestión topográfica, por estar más baja recibe todo el caudal de kilómetros de distancia, cuando el agua antes era retenida en zonas no urbanas por el suelo y absorbida por la vegetación que ya no está.

La destrucción del ambiente y la pérdida de biodiversidad debido a la actividad humana hacen que se pierda capacidad de mitigación de los ecosistemas.  Por ello, es urgente implementar cambios para que se tenga en cuenta que sus impactos se traducen en este tipo de consecuencias.

¿Por qué poner en riesgo nuestros glaciares aumentaría las inundaciones?

De cara al 2025 nos encontramos frente al desafío que es evitar la desaparición masiva de glaciares, los hielos permanentes de la superficie de la Tierra. Es por ello que Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) declararon comenzar a conmemorar el 21 de marzo como el Día Mundial de los Glaciares siendo 2025 el Año Internacional de la Preservación de los Glaciares.

Los glaciares descubiertos al reflejar la radiación solar, ayudan a mantener la temperatura de la Tierra estable. En el caso de la Cordillera de los Andes, por ejemplo, sus montañas y ecosistemas atrapan en alturas las masas de aire húmedoque capturan del Pacífico, las que luego traspasan a nuestro territorio como vientos secos y fríos, reduciendo los efectos de las altas temperaturas originadas por el calentamiento global. Un verdadero biombo que mantiene aislado a nuestro país de los efectos climáticos externos.

Por el contrario, el deshielo de los glaciares puede provocar inundaciones a través de varios mecanismos:

  • Aumento del caudal de los ríos: El derretimiento acelerado de los glaciares incrementa el volumen de agua que fluye hacia los ríos, especialmente durante las temporadas de deshielo temprano. Aunque el aumento en la pérdida de masa glaciar ha coincidido con una notable disminución del caudal en las cuencas de las regiones semiáridas de Argentina (contribuyendo entre un 3% y un 8% al caudal total en ríos como el San Juan y Mendoza) y ayudando a mitigar los efectos de períodos secos, este incremento en el caudal podría sobrepasar los cauces naturales, generando inundaciones en las áreas circundantes.
  • Desbordes de lagos glaciares: A medida que los glaciares retroceden, pueden formarse lagos en las depresiones dejadas por el hielo. Estos lagos, corren el riesgo de desbordarse repentinamente si las estructuras que los contienen fallan, lo que provoca inundaciones catastróficas en las zonas aledañas. Las inundaciones por desbordamiento de lagos representan un gran peligro y pueden resultar en una pérdida significativa de vidas humanas. A nivel mundial, desde 1990, el número y tamaño de los lagos glaciares ha ido creciendo rápidamente. Las inundaciones causadas por estos desbordamientos pueden tener consecuencias catastróficas, como deslizamientos de tierra, destrucción de infraestructuras, y en muchos casos, la pérdida de vidas humanas. A medida que los glaciares se derriten debido al aumento de las temperaturas globales, la cantidad de agua almacenada en estos lagos aumenta, lo que eleva la probabilidad de desbordamientos repentinos. La formación de lagos glaciares puede desencadenar retroalimentaciones positivas, donde los lagos promueven una mayor pérdida de hielo a través del desprendimiento de bloques de hielo y el derretimiento subacuático, lo que causa más deshielo y retroceso, y expansión adicional de los lagos.
  • Inestabilidad de laderas y deslizamientos: El retroceso glaciar puede desestabilizar las laderas montañosas, aumentando la probabilidad de deslizamientos de tierra. Estos deslizamientos pueden bloquear ríos temporalmente y, al liberarse, generar inundaciones repentinas en las zonas bajas.
  • Aumento del nivel del mar: El derretimiento de glaciares y casquetes polares contribuye significativamente al incremento del nivel del mar, lo que puede provocar inundaciones costeras. La pérdida de masa de hielo de los glaciares a nivel mundial ha aumentado considerablemente en los últimos 30 años y alcanzó 335 mil millones de toneladas de hielo perdido por año durante el período de 2006 a 2016. Esto corresponde a un aumento del nivel del mar de casi 1 milímetro por año. Por lo tanto, el hielo derretido de los glaciares representa entre el 25 y el 30 por ciento del aumento observado actualmente en el nivel del mar a nivel mundial. Esta pérdida de hielo de todos los glaciares corresponde aproximadamente a la pérdida de masa de la capa de hielo de Groenlandia y supera claramente a la de la Antártida. La pérdida de masa entre 2000 y 2012 del Campo de Hielo Patagónico Sur (Chile/Argentina), que representa la masa de hielo más grande del hemisferio sur con excepción de la Antártida, equivale a un aumento del nivel del mar de 0,3 mm aproximadamente.

Por ello, la protección de nuestros ecosistemas y la biodiversidad es esencial. Quienes niegan el cambio climático se oponen a la idea de que estos cambios tengan origen en la actividad humana, y creen que podemos seguir consumiendo y viviendo con los sistemas productivos actuales.

La ciencia demostró que la aceleración de la crisis climática se debe a la actividad humana; tenemos que cambiar el modo de producir y consumir hacia sistemas sostenibles, si queremos frenar este proceso.

Es necesario tomar medidas para adaptarnos a esta realidad y combatir la crisis climática para frenar sus efectos. Esto implica modificar el modo en que producimos y consumimos, cambiar la matriz energética, conservar ecosistemas clave como los glaciares,  bosques y  océanos. Adaptarnos para tratar de minimizar las consecuencias significa que las ciudades estén más preparadas, que los campos en los alrededores estén también más cuidados, adecuar la infraestructura hídrica. /Greenpeace

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *