La Verdeamarela arrancó ganando con gol de Raphinha, pero Muñoz lo empató y le dio el primer lugar a los Cafeteros.
Pocas veces Brasil estuvo tan lejos de parecer Brasil. Tan divorciado de su identidad. De su clásica alegría. De su fútbol. Tan impotente. Tan inofensivo. Tan frágil como se lo vio ante Colombia, más allá de una tímida reacción en el final. Clasificó y punto. A la Verdeamarela siempre hay que respetarla, pero eso no quita que su imagen alimentó la preocupación de su gente ya que ahora se le viene Uruguay. El “ooole, ooole” al que se animaron los cafeteros evidenció cómo se desarrolló el partido.
El primer tiempo fue de palo y palo. No hubo respiro: el mediocampo se presentó como una zona de libre tránsito, una autopista en la que nadie cobró peajes. Por eso el trámite fue de ida y vuelta, con mucho ritmo y situaciones para ambos. La Verdeamarela encontró en Raphinha a su principal arma ofensiva. El futbolista del Barcelona perforó con su velocidad por derecha. En el otro extremo, Vinicius estuvo apagado. Al crack del Real Madrid se lo notó fastidioso. Se mostró más ocupado en tirarse y reclamar amarillas que en explotar su cambio de ritmo. Los cafeteros tardaron algunos minutos en acomodarse. Y justo cuando comenzaron a hacerlo, Raphinha pegó con una gran tiro libre para poner en ventaja a la Canarinha.
El impacto no desmoronó a los dirigidos por el argentino Lorenzo. Colombia no perdió la brújula. Fue al frente, con sus laterales desplegados, sin amedrentarse. Y siempre bajo la criteriosa conducción de un James Rodríguez que las pidió todas y se hizo cargo de la responsabilidad de organizar, de distribuir, de arriesgar con pases profundos. El capitán de los cafeteros, que en el amanecer del encuentro había estrellado un tiro libre en el travesaño, participó de casi todas las acciones de riesgo de un equipo que antes de llegar al merecido empate había generado cuatro situaciones claras, incluido un gol no convalidado a Sánchez por un offside milimétrico. En esa primera etapa Brasil también reclamó una infracción de Muñoz a Vinicus en el área, pero el juez decidió no dar penal tras la revisión del VAR.
En el complemento, Colombia acentuó su dominio. Se adueñó de le pelota, la hizo circular e invadió el campo contrario. Se animó a faltarle el respeto a un Brasil desdibujado. Al equipo de Dorival Júnior se lo notó desconcertado, sin dinámica para el desmarque. Un equipo tan fuera de contexto como el camperón que su técnico usó por cábala a pesar del sol radiante que pegaba en California. Raphinha, Rodrygo y Vinicius quedaron aislados, inconexos e impotentes. Así, la Verdeamarela fue un conjunto inerme. Y la próxima parada que deberá afrontar será durísima: nada más y nada menos que el Uruguay de Bielsa.